25 de enero de 2012

Desconcierto educativo

El derecho a una educación digna, no debiera verse atacado por la "libertad de enseñanza".


Uno de los mayores retos de un país, es la capacidad para crear un sistema educativo público, gratuito y de calidad, al que tenga acceso toda la población sin importar sus características personales y/o sociales, y que sea capaz de dar una adecuada respuesta a todos ellos. Un sistema independiente de ideas políticas, creencias religiosas e intereses económicos o personales. Es función del estado, cuidar, alimentar y velar por el buen funcionamiento de esta red, buscando para ello los mejores medios humanos y materiales posibles, mediante la selección de los mismos con las herramientas que se consideren o oportunas.


El problema, viene al interferir en esta red educativa centros que, como empresa privada, buscan el bien propio, tanto económico como ideológico, apostando por sus propios contenidos, profesionales, ideales religiosos y valores morales (acordes a su religión). Todo ello, con el amparo y los fondos públicos, en perjuicio de los centros de la red pública. Es aquí, donde el sistema educativo, respaldado por las acciones de las administraciones públicas, debiera marcar distancias, defendiendo la base de nuestra pirámide escolar. No es comprensible, que de con los fondos comunes se estén financiando a unos escogidos y privilegiados, que velan por su interés particular, y que constantemente se saltan las reglas marcadas (asignaturas obligatorias, supresión de contenidos, objeción a materias...) Estos centros, desconciertan a gran parte de la comunidad educativa, con sus medidas recaudatorias (tasas para saltarse la prohibición), y con la terrible inyección económica por parte del estado, en forma de becas, nóminas, mantenimiento, dotación de material, cesión de terrenos... vamos, la envidia de toda empresa privada.


Son llamativas, y lamentables, sus armas de segregación, buscando la forma de no aceptar al alumnando que presente dificultades, bien por sus características personales, sociales o por su país de origen. Por no hablar, de los centros que, tristes ellos, separan a su alumnado en función de su sexo, todo un guiño a la apertura social, igualdad, coeducación y riqueza personal.


Pero lo realmente triste, es ver como las administraciones se afanan en concertar y concertar, aumentar fondos económicos y materiales y ceder beneficios, siempre en detrimento de la escuela pública que ve como se reduce su presupuesto, plantillas, fondos y derechos, y lo que es peor, ve como aumenta la crítica infundada e interesada de quien debe cuidar y luchar por una educación de calidad, pública y láica.